El efecto Quentin Tarantino en Boca Juniors
Érase una vez en el barrio de La Boca
Poco sabemos en estas latitudes sobre el gusto futbolístico del exitoso director de cine de Hollywood, pero pareciera que Quentin Tarantino ya quedará ligado directamente al club más popular de la Argentina, y del mundo. ¿Por qué?

El motivo es el video que se viralizó en las últimas horas en redes sociales, realizado por un fanático, @lazarocabj, con un comienzo épico que te remonta a aquellos bailes ochentosos donde se utilizaba la rocola (máquina que funciona con monedas, semi-automatizada, que reproduce música) para elegir la canción a bailar.
En este caso, la elegida es It’s A Man’s, Man’s, Man’s World, donde el gran James Brown, excéntrico como siempre, acompaña un vertiginoso recorrido y repaso histórico por el Mundo Boca Juniors.
Desde la salida al campo por el túnel de los jugadores, el estadio desbordado de papelitos, el Loco Banderita, los fanáticos colgados de los alambrados, los colores, y por supuesto, los ídolos xeneizes.
Como si fueran relámpagos en una tormenta, el editor se dispuso a mostrarnos a muchos de los que fueron parte de la gloriosa historia xeneize en los últimos años.
Esto es cine
El tiempo se detiene. Los papelitos flotando no terminan nunca de caer al verde césped. Eso se ve desde el túnel que deposita a los gladiadores en la arena.
La gloria, sin repetir y sin soplar, en un subjetivo orden de prioridades del creador. Están casi todos los que yo pude ver jugar y disfrutar en mis 39 años de vida.
Todo comienza con Diego Armando Maradona, con su mechón pintado de amarillo, en su vuelta allá por el año ‘95 (90º aniversario de Boca Jrs). Lo sigue un joven sucesor, Juan Román Riquelme, que se convertiría en el máximo ídolo de nuestro club. Luego aparece Martín Palermo, en aquellos años previos a la coronación de los 2000. A esto lo sigue Carlitos Tévez, el "Jugador del Pueblo", que supo hacer vibrar La Bombonera con su potencia y hambre de gol.
Por el lateral izquierdo desborda el Vasco Arruabarrena, pero no teman: en el arco está el imbatible Óscar Córdoba.
Otra vez Diego, uno de todos aquellos que habitaron nuestra tierra, toca de primera para Román, que, como si fuera un torero, habita el centro de la escena. Por allá en el fondo suena la bocina de un camión… y sí, es el Mono Navarro Montoya, que después de tapar un disparo hacia el lateral, la rescata del saque de banda contrario el Colorado Mac Allister… pero no es Alexis, es Carlos, el padre.
En el medio, un siempre elegante Beto Márcico, que sabe brindar con champagne francés al ver “la gambetita” de un Diego Latorre, todavía pelilargo.
Si hay que pegarle de afuera, que sea de tres dedos… y tenemos al mejor: el Chelo Delgado. Pero hagan silencio, que también está en cancha Guillermo Barros Schelotto, y en la zaga central, allá atrás, tranquilos, que hay un patrón: Jorge Bermúdez.
Por el medio siempre Pepe Basualdo y el incansable Diego Cagna. Cuando pasa mucho al ataque, desde el banco se escuchan los chistes y risas del Bambino Veira. A quienes no les causa gracia nada es a los contrarios que marca el Chicho Serna.
No se hagan problema: la Tota Fabbri siempre llega. Carlos Salvador se acomoda la corbata, y el Virrey prepara la valija para otro viaje intercontinental.
En conferencia, Miguel Ángel Russo responde ante la pregunta de un periodista que “son decisiones”, y el Coco Basile… “No comments”.
A Rodrigo Palacio no hay forma de frenarlo: es una saeta. Y a Claudio Paul Caniggia, el hijo del viento… ni te cuento.
Me quedan el Pato Abbondanzieri y el Flaco Schiavi, que parecen una dupla de humoristas, pero que, para jugar partidos importntes, siempre se lo tomaron en serio.
Hay mucha historia para contar y muchos nombres para resaltar, pero, como si fuesen un todo, el común denominador de esta historia es la pasión. Por esos colores, por ese barrio, por esa cancha, por esa camiseta que supieron vestir con honra todos estos cracks.