Beenhakker también dejó una huella importante en el fútbol de selecciones. Dirigió a los Países Bajos en el Mundial de Italia 1990, y más adelante llevó a Polonia a clasificar por primera vez a una Eurocopa en 2008. Su capacidad para adaptarse a distintos contextos y culturas futbolísticas fue uno de sus grandes sellos.

También tuvo pasos destacados en el fútbol mexicano, donde entrenó al Club América y a las Chivas de Guadalajara, demostrando su pasión por el juego sin importar la liga o el continente. Siempre comprometido con la formación y la táctica, Beenhakker fue un pionero que influenció generaciones de técnicos.

Su fallecimiento representa una pérdida enorme para el fútbol internacional, pero su legado se mantiene intacto en los títulos, en las ideas y en el respeto que le profesan colegas, jugadores y aficionados. Leo Beenhakker no solo fue un gran entrenador, fue un maestro del juego.